domingo, 5 de febrero de 2017

EL ATAÚD


          Por ejemplo, averiguar quién era la mujer que me estaba anudando la corbata o qué narices hacía un extraño abotonando mi bragueta son algunas de las preocupaciones que me mantuvieron en vela durante toda la noche. Y no digamos la inquietante presencia de aquel sacerdote. Lo más probable es que pensaran que había muerto. Por fortuna, esta mañana, cuando mi esposa se acercó para besarme en la mejilla, conseguí enarcar una ceja. Lo detectó enseguida, pues se empeñó en que todos se alejaran de aquí. 
          El hecho de que acaben de colocar un ataúd junto a mi cama quizá obedezca a esa estúpida confusión. ¡Vaya sobresalto…! Menos mal que ella sabe que aún estoy vivo.


No hay comentarios: