martes, 30 de septiembre de 2014

SOLAZ




Rodeo el chaflán y aminoro el paso. Me deshago del palo de béisbol. Por fin he dado esquinazo al coche patrulla. No sé de dónde narices surgió tras propinarle la tunda al jodido negro. Elevo las solapas de la trinchera y cobijo mis manos en los bolsillos. Deambulo sin rumbo aparente. La noche es hermética, confusa, tensa. Una puta se aproxima. «¿Pistola o navaja?», me cuestiono con ironía. Acaricio la tersura del arma blanca mientras una ingrávida sacudida agita mi espinazo. Sudo profusamente. «Treinta euros por una mamada», dice, oteando inquieta en rededor. Insinúo con una mueca la hondura del callejón. Titubea recelosa y asiente. Nos disipamos traspasando una bruma imprecisa y se postra ante mí. Hurga en mi bragueta con sus dedos nervudos, toscos. Luego aplica la lengua traviesa, los labios pulposos... Cuando vacía el énfasis de mis latidos, alza su mirada encogida esperando inútilmente un mohín de aquiescencia. Aprieto entonces los dientes y hundo la navaja en su garganta. Una..., dos..., tres veces. Se orina. Sus lamentos desconsolados me obligan a cegarle la boca hasta que se desmorona sobre un lodazal de sangre. Convulsiona. Le arrebato el gabán y ella exhibe su patética desnudez. Nauseabundo; luce un trasero carnoso, sucio y rosado como el culo de un cerdo. Vuelvo a escuchar la sirena. ¡Mierda!, nunca adivino por qué flanco aparecerán. Es inútil tratar de escapar; el pasaje carece de salida. Los faros se detienen, me alumbran. Permanezco inerte. Se apea un madero y camina pausadamente hacia mí, sorteando el  puto cadáver. Porta un arma en su mano derecha. Ríe con semblante cruel, mostrando una boca mellada que acentúa la inclemencia en sus ojos de ofidio. Me aferra los huevos. «¡Escoria!», vocifera. Con el cañón relame mi rostro. No puedo darle ninguna ventaja: le disparo en el vientre a bocajarro. Su cuerpo se derrumba sobre los muslos de la ramera. Lo remato con un tiro entre las cejas. Ahora soy yo  quien  sonríe, aunque no puedo bajar la guardia. Las luces del vehículo resplandecen, me ciegan. Una turba de ratas de cloaca bulle en tropel a mis pies. Supuestamente no tenemos compañía, sólo una luna turbia, dos fiambres y yo. Y el silencio de los muertos. Mas la vida juega malas pasadas, así que me arrimo al coche prevenido, aguardando una pronta detonación que me horade las entrañas. Está vacío. Monto y arranco. Las cabriolas del auto resultan fascinantes. Maniobro embistiendo muros, soslayando en vano contenedores que desparraman sus inmundicias. Rebaso la travesía a toda prisa. Los chaperos del parque me contemplan insolentes. «¡Hatajo de maricones!», farfullo encorajinado. Doblo el volante y arremeto contra ellos. Corren despavoridos hasta resguardarse entre las impenetrables sombras de la arboleda. El más canijo se rezaga; evidencia una ridícula deformidad. Pierde su muleta y cae. Se pliega como un gusano sobre el asfalto. Gimotea atemorizado implorando compasión. Excitado, acelero y advierto el rechinar de la osamenta bajo los neumáticos que prensan su cabeza.

***

 —¿Nos vamos ya o qué? —La voz de mamá, siempre inoportuna, me sobresalta—. Van a cerrar enseguida el centro comercial.

¡Jo, mami! Un ratito más, por favor. Me encanta este videojuego.

Vale..., me acerco a la peluquería para coger hora y regreso ahora mismo. Sigue portándote así de bien, cariño —susurra suavemente junto a mi mejilla—. Y no hables con desconocidos.

Aparto la cara rehuyendo el aire de ternura que le corrompe el aliento. Es estúpida y no se siente aludida; me besa. Se da media vuelta empujando un carrito atiborrado hasta los topes. Me abstraigo en las curvas grotescas de su ingente trasero. Lo imagino carnoso, sucio y rosado, como el culo de un cerdo. Pulso new game.

Reseña de "El dulce aroma de la madreselva"

Publicado el 3 de junio de 2011

Reseña publicada en el suplemento cultural Posdata del diario Levante.


ALGUIEN TE ESTÁ MIRANDO
Andrés Pau


Manuel Merenciano (Albacete, 1960; residente en Valencia desde 1972) es licenciado en Medicina y Cirugía, mas no ejerce la medicina clínica sino la actividad docente. Es un decir, porque la presente novela es una disección —si prefieren, autopsia— despiadada, distante y muy divertida de eso que se suele denominar condición humana. Nada menos: la envidia, el amor y el desamor, la venganza, el odio, la ternura, el deseo, la frustración... Como diría un moralista, lo mejor y lo peor que podemos ofrecer las personas.

Estamos en el espacio de una urbanización en ciernes, un poco antes de que a todo el mundo le diera por vivir fuera de la ciudad. Una pareja —Javier y Berta— con un bebé compra un chalet y se dispone a disfrutar de su condición de propietarios que, como todos sabemos, es una de las mayores ambiciones del ser humano. A partir de un flash-back tras el primer capítulo, narrado con una beatífica placidez, similar al escalofriante final de Terciopelo azul, los lectores nos situamos en el momento en que empezó todo.

Javier y Berta tienen unos vecinos como mínimo curiosos: de un lado, un matrimonio maduro cuyo hombre es un piratón del negocio inmobiliario que atraviesa por una profunda crisis; su esposa alimenta su obesidad con toneladas de pipas de girasol y litros de ginebra. Del otro, una pareja joven con un niño pequeño que podría ser el germen de una amistad duradera: un escritor endiosado que vive de su mujer y juega a situarse más allá del bien y del mal y su esposa, que le detesta.

Sin embargo, nadie es lo que parece; al menos nadie que se someta al microscopio del narrador, un mirón que hace del estilo indirecto libre su instrumento para descuartizar la privacidad de los vecinos. Un narrador que trata a sus personajes con una mezcla de paternalismo amable —muy al principio— y poco a poco los observa desde un desprecio teñido de ese humor negro tan propio de la tradición literaria española. Nadie, decíamos, es lo que parece a ojos de los demás; sin embargo, nosotros, los lectores, conocemos las miserias casi al milímetro, y podemos disfrutar de ellas como niños manejando esos aparatos absurdos que trajinan hoy en día, aun en la bañera. Somos, por decirlo de un modo gráfico, dueños de sus actos, puesto que sabemos que casi siempre obran por error, esto es, actuando de forma equivocada y asesinando —sí, hay sangre, y de la buena— a quien no deben o, peor aún, por unas causas erróneas.

Así, la placidez de una urbanización todavía no demasiado urbana, deviene un infierno de dimensiones dantescas para sus habitantes. Nosotros, malvados y morbosos espectadores del desasosiego creciente de las criaturas que pululan por El dulce aroma de la madreselva, nos relamemos con gozo ante sus tribulaciones, de tal magnitud que le quitarían el sueño al más pintado. Manuel Merenciano construye en su primera novela un micromundo putrefacto desde el principio, donde las aguas fecales —y no es metáfora— se convierten en el protagonista indudable del relato. Unas aguas fecales que, cada vez más, inundan las vidas de los personajes, habitantes de unos espacios atestados de ambientadores florales.

Podríamos leer El dulce aroma de la madreselva en distintas claves, por supuesto. En cambio, preferimos fijar nuestra atención en una fábula cruel acerca de la forma de vida —copiada del gran modelo gringo— de nuestras clases más o menos acomodadas y, en relación directamente proporcional, más o menos putrefactas. Si no temen reírse de las desdichas ajenas, es más, si disfrutan con ello porque los personajes se lo merecen, no deberían dejar pasar esta novela. Palabra.


Disponible en formato ebook.

Presentación en Valencia de "El dulce aroma de la madreselva"

Publicado el 13 de mayo de 2011





Viernes, 20 de mayo, 19,30 hs.
BIBLIOCAFÉ, LIBROS Y ENCUENTROS
C/ Amadeo de Saboya, 17, Valencia
Con:
Andrés Pau, profesor de literatura y crítico literario,
Javier Sarti, escritor,
Eloy M. Cebrián, escritor.

PRÓXIMAS PRESENTACIONES:

PRESENTACIÓN EN L’ELIANA
Viernes, 27 de mayo, 19,30 hs.
CENTRO SOCIOCULTURAL
SALA DE CONFERENCIAS
Intervienen:
Javier Sarti (escritor)
Pedro Uris (Cartelera Turia)
Manolo Villada (director de Radio Turia)
Manuel Merenciano (autor).

PRESENTACIÓN EN VALENCIA
Jueves, 16 de junio, 19 hs.
COLEGIO OFICIAL DE MÉDICOS DE VALENCIA
Intervienen:
Aurora Guerra (Asociación Española de Médicos Escritores y Artistas),
José Mª Rodríguez (Fundación Patronato Príncipe de Asturias),
Manuel Merenciano (autor).

Presentación en Bibliocafé. Con Eloy M. Cebrián, Andrés Pau y Javier Sarti
Presentación en L'Eliana: con Pedro Uris, Javier Sarti y Manolo Villada

Presentación en el Colegio Oficial de Médicos de Valencia. Con Aurora Guerra y José Mª Rodríguez

"EL DULCE AROMA DE LA MADRESELVA" EN LA FERIA DEL LIBRO DE VALENCIA

Publicado el 2 de abril de 2011

EL DULCE AROMA DE LA MADRESELVA

MANUEL MERENCIANO

Accésit de narrativa del II Certamen Iberoamericano de las Artes (Fundación Patronato Príncipe de Asturias)
Edita: Idea Gráfica Profesional (Organización Médica Colegial de España)

FERIA DEL LIBRO DE VALENCIA: DEL 7 AL 17 DE ABRIL DE 2011
STAND 45: BIBLIOCAFÉ LIBROS Y ENCUENTROS
FIRMA DE EJEMPLARES: SÁBADO 16, DE 11 A 12 HS.



En la Feria del Libro de Valencia. Con Ramón de Aguilar

Con Mª Vicenta Porcar Pedro

"EL PROBLEMA DE YORICK", PRESENTACIÓN EN VALENCIA

Publicado el 22 de febrero de 2011



Número especial 10º aniversario
VIERNES, 25 DE FEBRERO
20 hs.
BIBLIOCAFÉ
C/ Amadeo de Saboya, 17   VALENCIA

Con la presencia y participación en el acto de varios de los autores:
Lamar Herrin, Eloy M. Cebrián, Javier Sarti, Jorge Juan Martínez, Antoni Defez, Antonio Cabrera, Andrés Pau, Manuel Merenciano...
La publicación celebra su décimo aniversario con un cuidado número especial cuya cubierta reproduce una pintura del artista albaceteño Juan José Gómez Molina. Sus 224 páginas recogen relatos y poemas de una treintena de autores, y cuenta con numerosas firmas conocidas, incluyendo las de algunos autores extranjeros en traducción.
La nómina de narradores incluye a: Lamar Herrin, José Ángel Mañas, Juan Jacinto Muñoz Rengel, Fernando Clemot, Javier Sarti, Carlos Frühbeck, Recaredo Veredas, Ángel Olgoso, Elena Román, Juana Cortés Amunárriz, Jorge Juan Martínez, Francisco Rodríguez Criado, Andrés Pau, Manuel Merenciano, Pepe Monteserín, Andrés García Cerdán, Steve Redwood, Faustino Sánchez, Eloy M. Cebrián, Javier Vázquez Losada, Peter Tennant, Miguel Ángel Mala y Juan Carlos Fernández León.
Entre los poetas, figuran: Antonio Cabrera, Luis Martínez-Falero, Antoni Defez, Antonio García Muñoz, José Antonio de la Riva, Lucía Plaza, Estelle Talavera Baudet, Rubén Martín y Arturo Tendero.


De vuelta en "Relatos en cadena"

Publicado el 16 de diciembre de 2010


Durante esta temporada he retomado mi participación en el certamen Relatos en cadena, de la cadena SER y la Escuela de escritores, que se emite los jueves de 10,30 a 11 hs. en el  programa Hoy por hoy de Carles Francino. La primera semana de septiembre quedé finalista con el micro titulado Finitud. Esta semana se ha repetido la situación con La lista de la compra. El relato no ha resultado ganador, aunque me consuela el hecho de haber estado entre los tres seleccionados de 1184 participantes. Ambos serán publicados por Alfaguara en la antología del certamen
Los dejo a continuación. En negrita, la frase obligatoria de inicio:

LA LISTA DE LA COMPRA

Recuerda a papá que baje la tapa. Es mejor que pase desapercibido ante los vecinos. Dile que no traiga más raspas de sardina, que las mondas de patata roja son ideales para el puchero y que nos vendría muy bien algún hueso de jamón. La linterna está en la mesita. ¡Ah!, y que no olvide que el camión de la basura pasa sobre las once, a ver si vamos a tener un disgusto.

FINITUD

Papá solía morirse dos veces al día. Casi siempre por las calles del centro. La multitud se aglutinaba alrededor mientras yo me encargaba de las carteras. Mi hermana pequeña, de los bolsos. Entonces al menos sacábamos para ir tirando. Pero llegó una época en la que tenía que morirse quince o veinte veces diarias a cambio de una billetera vacía o unas ridículas monedas. Luego hubo un tiempo en que todos pasaban de largo. Poco después algunos individuos volvían a detenerse. Lo hacían con disimulo para vaciarle a papá sus bolsillos. Ahora ni siquiera hay gente. Nos limitamos a huir de los perros.