PIRANESI CONSTRUIDO,
de Javier Sarti
Algaida editores
El pasado lunes, 19 de abril, tuve el privilegio de participar
en la presentación en L'Eliana de Piranesi construido, la última
novela de Javier Sarti. Compartí la mesa con el autor y con Alfons Cervera.
Ambos son dos de los pocos escritores que considero "necesarios" en
el panorama literario de los últimos años. Necesarios para todos aquellos
lectores que, más allá del mero entretenimiento, busquen en la literatura
disfrutar de una sacudida interior, de un estremecimiento, de emociones y
conmociones. Dos escritores que preservan la dignidad de la literatura
sin dejarse nunca arrastrar por tentaciones ni concesiones comerciales.
La novela de Javier Sarti ha merecido el último Premio
Ateneo Ciudad de Valladolid; el más longevo certamen de novela después del
Nadal. El premio goza, además, de un merecido prestigio por su limpia
trayectoria, alejada siempre de las influencias que en tantos concursos
literarios ejercen los cánones del mercado editorial.
Cuando conocí el título de la novela de Javier, ya me pareció
arriesgado. Incluso el propio autor, conocedor de mi admiración por La
memoria inútil, El estruendo y Blanca y Viernes , me
comentó que Piranesi construido podía resultar una obra un tanto
extraña, que era diferente a sus novelas anteriores. Sin embargo, nada más
alejado de la realidad. Cada novela puede tener su temática, su ambientación,
su escenario geográfico e histórico, sus personajes, su argumento... Pero
Javier mantiene en ella su estilo preciso, impecable e implacable, su ritmo
siempre hipnótico, incluso la temática de fondo abordando la reflexión sobre el
sentido de la existencia no sólo desde la óptica particular de cada uno de los
personajes sino también a través del análisis de la sociedad en la que nos
desenvolvemos.
Procuré documentarme sobre el arquitecto y dibujante italiano.
En cuanto descubrí las imágenes de su obra, especialmente las de sus cárceles
inventadas, me resultaron familiares. Atrajeron a mi memoria escenas literarias
y cinematográficas sin identificar con exactitud, pero que me hicieron pensar
en autores como Borges, Kafka, Allan Poe o Lovecraft, en lo literario, y en
algunas películas fantásticas, de terror, o incluso del cine en blanco y
negro de los años cuarenta y cincuenta.
Piranesi fue un arquitecto, investigador y grabador veneciano
del siglo XVIII. Una de las figuras más importantes del neoclasicismo. Realizó
más de 2.000 grabados de edificios reales e imaginarios, estatuas y relieves de
la época romana.
Carceri d'Invenzione, su colección de grabados más
sorprendente y famosa, la realizó entre 1745 y 1760. Son espacios inmensos,
lóbregos, asombrosos e inquietantes. En ellos manifiesta su calidad como
grabador pero sobre todo una imaginación inusitada para crear atmósferas
interiores fantásticas. Prisiones de una escala grandiosa, lúgubres,
atravesadas por amenazantes puentes y escaleras cegadas o interrumpidas que no
conducen a ninguna parte, cruzadas por gruesas lianas que penden oscilantes,
acompañadas de instrumentos alarmantes y enrejados extraños, tenebrosos. Junto
a todo ello, la llamativa pequeñez de la figura humana ayuda a dilatar aún más
esas estancias poderosas donde las diagonales de luces y las sombras sesgadas
parecen entablar un siniestro desafío. Las cárceles de Piranesi nunca fueron construidas
ni fueron diseñadas para albergar a nadie. Los grabados transmiten sensaciones
de claustrofobia, pero también de agorafobia, pues si algo resulta angustioso
más allá del tormento de la prisión es la representación de un mundo exterior
sumido en la violencia, en la barbarie. Son unos territorios fuera de
toda medida, ajenos a toda razón, creados por una fantasía desbordada. No es de
extrañar que ejercieran gran influencia en el Romanticismo del
siglo XIX y fueran tan considerados por el Surrealismo del XX.
Son imágenes a medio camino entre la realidad y la fantasía,
cargadas de ambientes opresivos, que nos conducen a un mundo vinculado con la
ulterior perspectiva kafkiana de la realidad. Del mismo modo, en el
universo de Borges, con sus geometrías imposibles, geografías inventadas
y matemáticas imaginarias, podemos hallar evocaciones similares, incluso
alusiones directas a las estructuras alucinantes de Piranesi en cuentos como El
Aleph o El inmortal. También Allan Poe en El pozo y
el péndulo parece influenciado por esa atmósfera
El cine tampoco ha sido ajeno a las influencias del veneciano.
La escalera de la biblioteca en El nombre de la rosa, las prisiones en
la reciente Shutter Island de Scorsesse; el tratado sobre las sombras
que supone El extraño de Orson welles, con sus escaleras, sus
laberintos y sus calles provenientes de un mundo onírico. O Metrópolis,
de Fritz Lang, con su "antiutopía" para un futuro cercano, como de
alguna manera ocurre en la novela de Javier Sarti.
Piranesi construido no es una novela al uso. La obra no
se presta a la indagación sobre misterios, la interpretación de códigos ni la
resolución de enigmas. En definitiva, nada tiene que ver con el género de la
intriga histórica, tan socorrido para el mundo editorial en los momentos
actuales, ni tampoco con la vida y obra del grabador. Piranesi y su obra, en la
novela de Sarti, no son más que una excusa, un referente que actúa como hilo
conductor.
Redactada en clave "onírica, alegórica o surrealista",
según ha explicado el autor la obra "no está escrita ni en un tiempo
presente ni futuro, sino en uno aparte", y "es un poco una parábola
del mundo que se nos viene encima y que aún podemos evitar".
El protagonista de la novela ha conseguido que Piranesi sea
construido, ha materializado en realidad un sueño, tal vez una pesadilla. Ha
convertido esa construcción en el proyecto capital de su vida frente al caos y
el sinsentido del mundo exterior. Dialogada entre dos personajes, en tiempo
real, atrapa desde las primera líneas. Se lee con facilidad gracias a la
maestría narrativa del autor, que sabe convertir las hondas reflexiones de los
protagonistas en un thriller psicológico y filosófico inquietante, en una pugna
entre ambos y la visión, en apariencia contrapuesta, que cada uno de ellos
ofrece de nuestro mundo. Como en un grabado de Piranesi, la claustrofobia del
interior y la agorafobia del exterior, la pugna permanente entre las luces y
las sombras, la disputa sin tregua entre realidad y fantasía, entre el
protagonista y el antagonista. Aunque no espere el lector encontrar al primero
con la característica identidad del héroe ni al segundo con la del villano. No
espere, tan siquiera, tratar de definir a quién, en este sentido, representa
cada cuál. El mundo como una realidad caótica y atroz, llena de dolor y carente
de piedad, sin un sentido ni una finalidad superior.
La escritura de Sarti es siempre seria, selecta y precisa. A
través de los diálogos imprime un ritmo con el que no sólo desarrolla la
exposición de ideas, sino también una tensión que avanza in crescendo.
Va tejiendo una tela de araña para construir el carácter de los personajes y,
simultáneamente el del mundo en que vivimos y al que podemos abocar. Como en
sus anteriores novelas, subyace la preocupación por el sufrimiento y la
soledad, la búsqueda de una felicidad imposible, el conocimiento y la duda
sobre qué es, en realidad, la realidad. El perdón y la venganza, el amor, la
muerte, la información, el arte, los poderes públicos, la deriva de la
sociedad. No aporta, deliberadamente, moralejas ni moralinas, sus historias nos
conducen siempre al escepticismo, la duda, la incredulidad, la incertidumbre...
Pero esa incredulidad frente al mundo que nos rodea, frente a nosotros mismos,
no representa la idea final: en sus novelas constituye un punto de inflexión,
aunque detrás de ese punto sólo encontremos el fin de la historia. Hacia dónde
discurre nuestra vida individual y colectiva aparece como un destino abierto.
El punto de inflexión marca el epílogo en sus obras, pero, tal vez, el
principio de un rumbo a elegir por el lector, aun a sabiendas de que la huida
es imposible.
Sin duda, una novela imprescindible.
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