domingo, 28 de septiembre de 2014

RELATOS TURBIOS



Editorial Grupo Búho
Fecha de publicación: septiembre 2008
ISBN: 978-84-936657-0-8



PRÓLOGO DE  JAVIER SARTI

ES PELIGROSO ASOMARSE

     En todo relato se produce, inevitablemente, una transformación. Las cosas y las personas que lo habitan experimentan cambios, sutiles o evidentes, a lo largo de su recorrido. Al final, ese fragmento de mundo y de vida nunca es idéntico al que nos encontramos cuando nos introdujimos en la historia. Algo ha pasado en su transcurso. Pero sólo cuando un autor consigue que los lectores tampoco sean los mismos tras recorrer los caminos que él les ha abierto; sólo cuando logra que algo haya crecido, menguado o, simplemente, cambiado el lugar que ocupaba en el interior de esos lectores; sólo cuando la percepción de ellos mismos y de lo que les rodea ha variado por transitar su obra...; sólo entonces pueden sentir que ha merecido la pena el tiempo que le han dedicado. Todo eso sucede, de una u otra manera, cuando se sale a la superficie desde las profundidades de los relatos de Manuel Merenciano. Algo muy valioso, porque lo lamentable es regresar de cualquier experiencia siendo los mismos que antes, y pensando que sólo hemos conseguido eso que se llama matar el tiempo.
     Una particularidad de estas narraciones es que al principio de todas ellas se nos sitúa en un espacio verosímil, donde los inquilinos que las habitan viven con absoluta naturalidad. Y es en esos lugares banales, vulgares, de una cotidianeidad aplastante, donde inesperadamente esos descarnados protagonistas nos hacen partícipes de una particularidad que los descoloca a nuestros ojos, como iluminados desde su interior por un potente foco que nos pusiese sus vísceras al descubierto. A esa metamorfosis me refería, quizá, al principio de este texto: existe un tipo de historias en las que vemos cómo sus personajes empiezan siendo vulgares insectos y paulatinamente van convirtiéndose en algo cercano a mariposas; en los relatos de Manuel, sin embargo, uno suele encontrar el proceso contrario: cuando el lector se siente cómodo creyendo acompañar el agradable baile de un lepidóptero, de repente descubre que lo que vuela a su lado no es otra cosa que un simple gusano. Por eso, hay en estos cuentos un cierto encuentro, nada amañado literariamente, con el horror, ese horror que explota en nuestras conciencias con la forma implacable de una constatación: ni el tiempo, ni el mundo, ni la gente, tienen que ser lo que nos creemos desde nuestra estatura biempensante. Tratar de escapar de ese horror no es otra cosa que escapar de uno mismo y de sus fantasmas. Pero también hay en este libro la vocación de juntar la realidad con aquello que sólo sucede en nuestra imaginación. Y cuando a esa vocación se le suma el talento da como resultado una buena obra narrativa: una obra que su autor se toma en serio sin jactarse de su seriedad, que salta por encima de los lugares comunes y elude la banalidad, que te lleva por caminos nuevos y pone en marcha tus pasos mentales..., o los detiene, porque te atrapa con su honestidad creativa o con su prisma de sugestiones.
     No podría decir que estos cuentos pertenecen a ningún género específico, pero sí que en todos ellos se da esa doble vertiente que no me aburre señalar de nuevo: al principio, la máscara amable, casi jovial, con que el autor nos recibe, invitándonos a que nos pongamos otra similar, y, cuando lo hemos hecho, la facilidad con que abandona la suya dejándonos a solas con nuestra ingenuidad, con nuestra sorpresa, vislumbrando la difusa silueta de la amargura. Una amargura contenida, disfrazada, escondida tras una lucidez que permite tutearla y, a veces, hasta tomarla a broma. Pero nunca del todo a broma, nunca del todo: esa amargura nos resulta demasiado familiar, demasiado próxima a la que a veces sentimos nosotros... A poco que hundamos algo de nuestra inteligencia en la geometría extraña de sus historias, veremos que Manuel nos habla de la fragilidad de las estructuras que nos mantienen a flote, nos habla del caos que llevamos dentro. En ellas convive lo jocoso con lo terrible, lo oscuro con lo luminoso, el desacato con lo reverencial. A veces describe lo siniestro con aparente (ojo, sólo aparente) sorna, y otras veces, a través de su mirada, siempre transversal, siempre quirúrgica, lo convencionalmente cómico nos revela su lado más aterrador. Pero hay cosas que nunca encontraréis en estos textos: el lugar común, la frase hecha, el tópico melodramático, la demagogia fácil..., aquí no hay sitio para la obviedad, para la superficialidad, para el sentimentalismo rancio, ni para nada de todo eso que se encuentra en tantos libros presentados como productos literarios de relumbre.
     Yo creo que una novela o un relato, para ser algo, debería ser como una perla, es decir, una enfermedad: un cuerpo extraño al que estar todo el tiempo dándole vueltas, envolviéndolo, tratando de expulsarlo o de digerirlo. Y ahora da la impresión de que la mayoría de los relatos y novelas salen cada vez más del bolsillo y menos de los insomnios, cada vez provocan más sueño y menos pesadillas. Relatos turbios es un libro al que se le puede dar muchas vueltas en la propia conciencia. Y es evidente que Manuel no se lo ha sacado del bolsillo y sí, me temo, de algún insomnio. Por eso, nunca provocará sueño, y me gustaría pensar que será el origen de alguna estimulante y sana pesadilla. Mejor así: algunos preferimos la rastrera autenticidad de un gusano al empalago supuestamente maravilloso de una mariposa. Sobre todo, los que pensamos que esa palabra, "maravilloso", sólo puede aparecer en un buen libro si lo hace en boca de alguno de sus personajes.
     He titulado así este prólogo, porque creo que hay pocas cosas más tentadoras que un cartel que advierta Es peligroso asomarse..., pero, en este caso, no se trata de asomarse al exterior, sino al interior: y es que, en cierto modo, es excitantemente peligroso asomarse al interior de estos relatos. Decía Sartre, "deslizaos, mortales, no os apoyéis". Recordadlo, porque en este libro podéis perder el equilibrio. Pero yo creo que ésa es una de las mejores cosas que le pueden pasar a un lector, así que yo, de vosotros, empezaría ya a agradecerlo.

Javier Sarti*

(*): Javier Sarti es escritor. Premio Gabriel Miró de Relatos y Premio Ateneo Ciudad de Valladolid de novela. Autor de las novelas La Memoria Inútil (Alianza Editorial), El Estruendo (Espasa-Calpe), Blanca y Viernes (Anaya Editorial), Piranesi construido (Algaida editores) y Bichos raros (Alfaqueque Ediciones).

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