martes, 30 de septiembre de 2014

Reseña de "El dulce aroma de la madreselva"

Publicado el 3 de junio de 2011

Reseña publicada en el suplemento cultural Posdata del diario Levante.


ALGUIEN TE ESTÁ MIRANDO
Andrés Pau


Manuel Merenciano (Albacete, 1960; residente en Valencia desde 1972) es licenciado en Medicina y Cirugía, mas no ejerce la medicina clínica sino la actividad docente. Es un decir, porque la presente novela es una disección —si prefieren, autopsia— despiadada, distante y muy divertida de eso que se suele denominar condición humana. Nada menos: la envidia, el amor y el desamor, la venganza, el odio, la ternura, el deseo, la frustración... Como diría un moralista, lo mejor y lo peor que podemos ofrecer las personas.

Estamos en el espacio de una urbanización en ciernes, un poco antes de que a todo el mundo le diera por vivir fuera de la ciudad. Una pareja —Javier y Berta— con un bebé compra un chalet y se dispone a disfrutar de su condición de propietarios que, como todos sabemos, es una de las mayores ambiciones del ser humano. A partir de un flash-back tras el primer capítulo, narrado con una beatífica placidez, similar al escalofriante final de Terciopelo azul, los lectores nos situamos en el momento en que empezó todo.

Javier y Berta tienen unos vecinos como mínimo curiosos: de un lado, un matrimonio maduro cuyo hombre es un piratón del negocio inmobiliario que atraviesa por una profunda crisis; su esposa alimenta su obesidad con toneladas de pipas de girasol y litros de ginebra. Del otro, una pareja joven con un niño pequeño que podría ser el germen de una amistad duradera: un escritor endiosado que vive de su mujer y juega a situarse más allá del bien y del mal y su esposa, que le detesta.

Sin embargo, nadie es lo que parece; al menos nadie que se someta al microscopio del narrador, un mirón que hace del estilo indirecto libre su instrumento para descuartizar la privacidad de los vecinos. Un narrador que trata a sus personajes con una mezcla de paternalismo amable —muy al principio— y poco a poco los observa desde un desprecio teñido de ese humor negro tan propio de la tradición literaria española. Nadie, decíamos, es lo que parece a ojos de los demás; sin embargo, nosotros, los lectores, conocemos las miserias casi al milímetro, y podemos disfrutar de ellas como niños manejando esos aparatos absurdos que trajinan hoy en día, aun en la bañera. Somos, por decirlo de un modo gráfico, dueños de sus actos, puesto que sabemos que casi siempre obran por error, esto es, actuando de forma equivocada y asesinando —sí, hay sangre, y de la buena— a quien no deben o, peor aún, por unas causas erróneas.

Así, la placidez de una urbanización todavía no demasiado urbana, deviene un infierno de dimensiones dantescas para sus habitantes. Nosotros, malvados y morbosos espectadores del desasosiego creciente de las criaturas que pululan por El dulce aroma de la madreselva, nos relamemos con gozo ante sus tribulaciones, de tal magnitud que le quitarían el sueño al más pintado. Manuel Merenciano construye en su primera novela un micromundo putrefacto desde el principio, donde las aguas fecales —y no es metáfora— se convierten en el protagonista indudable del relato. Unas aguas fecales que, cada vez más, inundan las vidas de los personajes, habitantes de unos espacios atestados de ambientadores florales.

Podríamos leer El dulce aroma de la madreselva en distintas claves, por supuesto. En cambio, preferimos fijar nuestra atención en una fábula cruel acerca de la forma de vida —copiada del gran modelo gringo— de nuestras clases más o menos acomodadas y, en relación directamente proporcional, más o menos putrefactas. Si no temen reírse de las desdichas ajenas, es más, si disfrutan con ello porque los personajes se lo merecen, no deberían dejar pasar esta novela. Palabra.


Disponible en formato ebook.

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