El hombre
suspira al terminar el libro. Mientras ojea las solapas, se remueve ligeramente
en el sillón de orejas. Luego mira a su mujer y le dice que, de regreso
en el metro y sin causa aparente, ha sufrido una insólita erección. Ella esboza
una mueca socarrona y le cuenta que esa misma mañana, en el autobús, se ha
sentido abochornada cuando, también sin motivo alguno, han despuntado sus
pezones erizados bajo la tela de la blusa. Ríen los dos. El hombre enciende el
televisor y la mujer retoma el crucigrama.
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