Aquí vinimos a descansar. Y la verdad es que no me puedo quejar del
hotel. Son esos ruidos en la habitación de al lado... Su cadencia
inicial, su ritmo in crescendo, el arrebato final... Y luego esas
pausas. Ese maldito silencio que me mantiene en vilo hasta que vuelvo a
escuchar los chirridos del somier. Para mañana nos han organizado un par
de visitas guiadas y una cena especial por nuestro aniversario. Pero no
puedo dormir. Son esos jadeos disimulados detrás de la pared… Su
compás, su viveza. Y los pies fríos de Samuel, su respiración, su
cogote, su presencia... Y este ahogo…
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