Al menos, para las mujeres, tiene mejor gusto. Siempre nos preocupamos
por educarle el sentido de la belleza. De Platón a Schopenhauer, le
inculcamos que no hay que mirar para comprender, sino para ver, que no
hay que preocuparse por el hecho, sino contemplar la esencia. Pero
nuestros esfuerzos resultaban baldíos. El primer animal que trajo a casa
fue una boa constrictor. Luego se decantó por aquellos repugnantes
escorpiones africanos. ¿Dónde vería el esplendor de la forma, la
armonía, el orden? Hoy, al fin, ha empezado a demostrarnos su
aprendizaje: la chica que ha enjaulado en el sótano es una rubia
despampanante; verdaderamente una delicia para los sentidos.
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